jueves, 23 de diciembre de 2010
Un viejo rey de la India condenó a un hombre a la horca. Nada más concluir el juicio, el condenado pidió: «Su majestad es un hombre sabio y curioso respecto a todo lo que sus súbditos son capaces de hacer». Respeta a los gurús, a los sabios, a los encantadores de serpientes, a los faquires. Pues bien: cuando yo era niño, mi abuelo me transmitió cierta técnica para hacer volar a un caballo blanco. No existe nadie más en este reino que sepa hacer tal cosa, así que mi vida debería ser respetada. El rey ordenó inmediatamente que trajeran un caballo blanco.



«Necesito pasar dos años junto con este animal» dijo el condenado.

Tienes dos años, pues «respondió el rey, desconfiando». Pero si el caballo no aprende a volar, serás ahorcado.

El hombre salió de allí con el caballo, más alegre que unas castañuelas. Cuando llegó a su casa, se encontró a toda su familia deshecha en lágrimas. Pero, ¿te has vuelto loco? «gritaban todos». ¿Desde cuándo alguien sabe en esta casa cómo hacer volar a un caballo?

«No os preocupéis» les respondió el hombre. Para empezar, nadie ha intentado nunca enseñar a volar a un caballo, y tal vez aprenda. En segundo lugar, el rey está muy viejo y podría morir en el transcurso de estos dos años. En tercer lugar, el animal también puede morir, de manera que yo conseguiría otros dos años para entrenar a un nuevo caballo. Eso sin contar con la posibilidad de revoluciones, golpes de Estado o amnistías generales. Y en todo caso, aunque todo continúe tal y como está, yo habré ganado dos años de vida en los que puedo hacer todo lo que me apetezca. ¿Os parece poco?

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